Juana, la Loca de Castilla


Entrevista imaginaria con la tercera hija de los Reyes Católicos

 “Ordeno e instituyo por mi universal heredera
de todos mis reinos y tierras y señoríos
y de todos mis bienes raíces a la ilustrísima
princesa doña Juana, muy cara y muy amada hija”.
Testamento de Isabel la Católica

Por Marijó Pérez Lezama
@PeriodismodeLeyenda

La princesa más noble en la Europa de entonces fue silenciada e ignorada en España hasta el siglo XIX, cuando se convirtió en uno de los personajes más seductores de la historia y del arte.
Juana nació en Toledo el 6 de noviembre de 1479, bajo el signo de escorpio. Caprichosa, emocional y ultrasensible; intuitiva, inteligente, culta, misteriosa, de excelente memoria; amante de la buena mesa y de las conversaciones profundas e íntimas.
Murió en 1555 en el convento de Tordesillas, a los 76 años, “privada de libertad” durante cincuenta años.  

Juana, recibiste una educación humanista de la reina Isabel. Dominabas las lenguas romances y el latín, la música, la danza  y el protocolo…

Es correcto! Además de todo eso, una gran jinete, tuve un caballo árabe que llamé Antares, regalo del duque de Alba, siempre enamorado de mí. Fui una princesa muy maja, ¡muy guay!, y la mejor preparada y vestida de Europa. Heredé las Coronas de Castilla y Aragón. Nunca me morí por eso, pero si me dejan habría gobernado el mayor imperio del planeta, donde no se ocultaba el sol.

Muchos señalan a estas alturas que no estabas loca, ni bipolar, sino que fuiste una víctima  de la violencia de género que ejerció esa manada que fueron tu padre, tu esposo y tu hijo…

Siempre fue muy complicado para una mujer vivir en una sociedad machista ¡Jolín!, con esas dosis de sinsabores, sometimiento y tragedias. En la corte decían que  Felipe vio en mí una oportunidad de poder y que mi padre, Fernando el Católico, “oficializo” mi locura para incapacitarme y  gobernar olvidando la voluntad de Isabel. Solo era pasión y obsesión  por la vida!, solo quería ir tirando, a mi aire. Se pensaba que la locura era cosa del demonio. Carlos no era popular entre los castellanos y estalló la revolución de los comuneros, que me querían como su legítima reina, pero golpista no es gente y me negué para no perjudicar a mi hijo… …, en fin.

A los 16 años viajas a Flandes a conocer y casarte con un Habsburgo: Felipe el Hermoso. ¿Es verdad que tu flota fue la más grande y rica de entonces? 

Por supuesto. La idea era impresionar a todos con todo, era una alianza internacional que inventaron mis padres para pararle los pies a Francia. Mi escuadra tenía 50 barcos cargados de gente, oro y plata, de cotorras de hermosos colores y conejos, gallipavos, que son mejores que pavos y gallinas, ovejas; de ajíes, una especia de los indios de América, que quemaba la lengua, boniatos, que son unas raíces dulces y maíz, todas riquezas del Nuevo Mundo, más una dote millonaria en efectivo que recibe mi futuro consorte. Mi padre Fernando dijo –siempre mala lengua y mala leche!- que la boda fue un culebrón…

El mismo día que nos vimos nos fuimos a la cama por un mes!, después Felipe mandó a buscar al cura y nos casamos. Era un bellezón, pero infiel incorregible, un rompecorazones que ¡se acostaba con todas! Hasta con mis damas, a una de ellas casi le corto la nariz con unas tijeras por andar embochinchada con mi marido… Parí cinco hijos en los siete años que viví con él y dejé la piel adaptándome a su corte, tan diferente de la castellana, con decirte que no logré que les gustara nadita de lo nuestro, ni canto, ni jaleo, ni taberna, unos mamelucos esos flamencos…

Te gustaba el buen vino, ¿y del yantar qué?
Claaaro! Al menos no me faltaban las delicias de Castilla, el lechazo de Ribera, el cochinillo de Segovia, la morcilla de Burgos, las tapas de Valladolid, el queso de oveja. En la semana variaba la carta yo misma: Los lunes salmorejo cordobés con guarnición, los martes crema de puerros con nueces, miércoles pluma ibérica confitada con aroma de romero o garbanzos de Zamora, jueves alubias blancas con perdiz de monte, el viernes arroz con liebre y el finde solo cerdo: el sábado con confitura de tomate y queso de oveja, y el domingo solomillo con cebolla caramelizada. Siempre con vinos de la tierra… aaahhh de postres, toda la bollería, la torrija extremeña a la canela con miel o los hojaldres de Astorga,  a base de miel, agua, azúcar y un chorrito de zumo de limón y se pintan con huevo, mis preferidos.
Luego te cuento de la comida sefardí! En realidad comía por placer y picoteaba de puro ansiosa. Me volví obsesiva y lloraba de rabia, de soledad. De entonces viene esa leyenda negra de que era inestable, esquizofrénica, neurótica, una conjura muy conveniente para apartarme del gobierno!

“¡Mi madre ha muerto, mi marido me engaña, estoy loca!”. Juanita, bonita, esos gritos en una reina significaban entonces poco menos que el diablo suelto…
No saques las cosas de quicio... La muerte de mi madre me deprimió al punto de que pasé toda esa noche llorando como una gata y bajo la lluvia. Pero la muerte inesperada de Felipe sin duda fue peor, algo feroz, estaba embarazada de Catalina, mi quinta barriga. Jamás me importó un rábano lo que dijera la gente, ni mis padres, pero qué historias macabras corrieron aquí y allá para desprestigiarme, que hablaba sola, que rompí mis peinetas, que andaba con la corte entera y el féretro de un pueblo a otro de España rumbo a Granada, que mi padre lo envenenó, que una venérea, que una brujería, que la peste, que agua muy fría, que mucho ejercicio y mucho calor … Qué enormidades, yo solo encendí un velón de aceite y mandé a doblar las campanas. Mi rey Felipe (el Breve se burlaban los castellanos) agonizó dos días, se llenó de llagas purulentas y pestilentes, volaba en fiebre y deliraba llamándome hasta que “se hizo mármol su cuerpo”, como decía una coplilla… En 1509, me encerraron en Tordesillas y me aislaron de la realidad y del mundo por medio siglo, pero mi nombre es mencionado en docenas de tonadillas y es casi imposible llevar la cuenta de cuántos libros se han escrito sobre mí. Las leyendas no se agotan con el tiempo.
Retrato por Juan de Flandes con motivo del enlace entre Juana y Felipe. 1496-1500. Museo de Historia del Arte, Viena

Felipe El Hermoso. Pintor Anónimo.

Por los campos de Castilla Juana ante el féretro que transporta los restos de su esposo desde Miraflores a Granada. Óleo por Francisco Pradilla. 1877. Museo del Prado, Madrid.








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