Entrevista imaginaria con la Cacica Isabel:Una princesa guaiquerí


Por Marijosé Pérez Lezama
@PeriodismodeLeyenda

Isabel nació en  Margarita, cerca de Porlamar, hija y nieta de caciques, vivió en el siglo XVI. Fue la madre del primer mestizo registrado en la historia colonial de Venezuela. Su pequeño ejército de flecheros guaiqueríes ganó la primera batalla marítima americana en Cubagua. Según el cronista Oviedo y Baños, la cacica murió cuando los indígenas envenenaron las aguas de los ríos de Chuspa (hoy Vargas) en venganza por los crímenes de los españoles.

Una princesa guaiqueri llamada Isabel, de gran hermosura e influencia política; que jugó un papel importante en la conquista española de la región oriental y sirvió de intérprete, consejera e intermediaria de los Fajardo, padre e hijo. ¿Es historia o leyenda?

Cierto, yo era una mujer muy importante, exitosa en una tierra de hombres, independiente, rica en tierras y ganado, comerciante, resuelta, aprendí a leer y escribir en castellano no solo para bautizarme sino para entenderme con esos navegaos españoles, si no podía vencerlos algo haría por mi gente…, “hermosa que eres” decían por esas rancherías; nadaba como una raya y era   alta y atlética; paseaba por la playa de Bellavista adornada de pies a cabeza con hileras de perlas lustrosas. Me casé por supuesto con un jefe, ciega de amor por un hidalgo que se comía mis tomates en rodajas con aceite de oliva y un puntico de pimienta, el teniente gobernador de la isla Francisco Fajardo –¿solemne no?- y tuvimos un hijo en 1530, un ñero, un margariteño, moreno de sol, más buenmozo que su padre, un lince en un cuarto oscuro!, aprendió las dos lenguas, uno de los pocos conquistadores mestizos de la primera mitad del siglo XVI.
Me llamaron Isabel por Isabel Manrique de Villalobos, una noble española, la madre de Aldonza, que gobernó Margarita como tutora de su hija, sin venir nunca a nuestras costas.

Algunos te llaman la invasora de Cubagua…
Claro mija querida!, los que tienen mentalidad de cangrejo, debieron levantarme una estatua solo por eso en la plaza de Porlamar… fui a defender lo nuestro, a liberar el territorio y su gente, a los indígenas que trabajaban hasta reventar en los ostiales. En julio de 1528, Francisco “el Viejo” y yo entrenamos, armamos y enviamos a cincuenta flecheros guaiqueríes a Cubagua, contra un pirata sanguinario, esclavista, ladrón y maloliente llamado Diego Ingenios… ¿sabes lo que hacía? Si alguno se robaba una perla lo azotaba y si persistía le cortaba las orejas.
Hasta los cronistas –siempre tan monárquicos!- escribieron que esa fue la primera batalla naval de América. Fajardo me amaba y lo demostró entonces, me apoyó, entendió que yo debía proteger a los indios fueran de aquí o de allá, porque los españoles se la pasaban caribiandolos de todas las maneras!, los consideraban esclavos, los explotaban, muchos morían en la faena de sacar perlas en las granjerías del mar, un oficio mortal, pues a veces se zambullían y no regresaban. Fue brutal esa extracción de perlas por satisfacer el mercado de joyas de la monarquía.
Por mi parte, acompañé a padre e hijo en sus viajes y encuentros con  los caciques y logramos acuerdos de paz, algo muy difícil entonces y siempre. Unos 30 años después, un vasco renegado invadió y casi borra del mapa a Margarita, aterrorizó a todos y mató a medio centenar de vecinos. Mandaba cartas a su rey Felipe II y las firmaba: Príncipe de la libertad, tamaño loco, no se le salvó ni su hija.

¿En verdad te casaste dos veces?
¿Y por qué no? ¿Qué tiene de particular? Pues, así sucedió y el escándalo fue la mar de grandísimo. El cachondeo con Francisco Fajardo fue muy bueno mientras duró, él era tan ambicioso como yo, pero se perdía meses enteros por el Caribe y Tierra firme, y no sabíamos si estaba vivo o muerto. Mi segundo marido fue Alonso Carreño, tuve dos hijos con él, Alonso y Juan. Mis tres muchachos eran emprendedores con la conquista, pero los enseñé a respetar y a ser serios.

Acompañaste a tu hijo, el mestizo Fajardo, en sus viajes como embajadora de buena voluntad…
Por supuesto! Hacia 1557, Pancho –como le decía yo, Paco, su padre- tenía ya treinta y pico de años y nos fuimos a Tierra Firme en tribu, o sea, un montón de indios y unos poquitos españoles, todos querían mandar y nadie obedecer!, a establecer lazos comerciales en principio. Nosotros teníamos perlas, artesanías, parchitas, tomates rosados rarísimos y ajíes dulces, y ellos agua, madera, alimentos y ganado. Fue aceptado como uno más cuando lo oyeron hablar en lengua nativa, comer coro coro frito con arepa y saber que éramos sobrinos de Naiguatá, hermano de mi abuelo Charaima y el más poderoso cacique de la costa.
Para hacerte el cuento corto, te digo que conquistaría y gobernaría todo el centro-norte costero desde Maracapana hasta Borburata; en el valle de San Francisco construyó un hato en 1560, donde Diego de Losada fundó después Caracas. Pero los españoles codiciosos y maltratadores desataron una rebelión indígena que no quiero recordar… De regreso a Cumaná, mi hijo fue asesinado por Alonso Cobos, tras un juicio amañado. Los margariteños castigaron su muerte, se alzaron y se fueron a buscar a ese gobernador con el justicia mayor de la isla, lo detuvieron y lo trajeron, fue juzgado, condenado y descuartizado por el crimen de Pancho Fajardo.


Marijosé Pérez Lezama
Escritora, editora
@CorreccionT




 
 La Cacica Isabel

Ilustración original de Wilman Guerra. 1998









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