EL RETRATO DEL AEROFOTÓGRAFO ARMANDO PACHECO: UN LABERINTO DE PELÍCULA EN PLENO BOULEVARD DE LA ASUNCIÓN


Historia y fotos Eleonora Mata
@PeriodismodeLeyenda

Muy poco se deja retratar Armando Pacheco. Definitivamente no le gusta que le tomen fotos. Él ya pasa de los 90, perdió su capacidad de escuchar como resultado de estar casi 30 años atravesando el país en aviones de hélice para capturarlo con su lente desde el aire, cuando no existían los satélites y los mapas se hacían a punto de fotos aéreas. 

Todos los días junto a su esposa abre religiosamente su negocio “Foto Estudio Pacheco” en el Boulevard 5 de Julio de la Asunción, a pocos pasos de la Catedral.

Pacheco es un fotógrafo de estirpe. Aprendió el oficio de su padre quien fue un retratista que pintaba fotografías para darles color, y más tarde, se enamoró por completo del arte de detener e inmortalizar imágenes gracias a la pasión que le trasmitió su tío. A los 15 años Armando Pacheco ya trabajaba en un laboratorio fotográfico, y sin cumplir la mayoría de edad ingresa a Cartografía Nacional donde por casi tres décadas fue aerofotógrafo.

En 1967, hace 51 años, se residenció junto a su esposa en una bella casa de La Asunción donde aún se encuentran, y donde cada día esperan a los clientes que quieran realizarse una “foto carnet de rollo”. Ella es Arcelia Bellorín, margariteña, y celosa guardián de las cientos de fotografías principalmente en blanco y negro, que adornan el local, y que constituyen un invaluable testimonio de hechos, circunstancias y espacios de la Venezuela de mediados del siglo XX.

Pacheco vino a Margarita a pasar unas vacaciones y se enamoró de Arcelia.  A partir de entonces el objeto de atención de su lente fue la isla, su gente, sus costumbres y sus lugares para entonces prácticamente vírgenes.

Fue reportero gráfico y estuvo en la inauguración del Silencio. Visitó la Gran Sabana cuando sólo se podía hacer en aviones de la Fuerza Aérea. Recogió con su cámara el inició de la construcción del puente sobre el Lago de Maracaibo. Y retrató a su Caracas natal desde El Calvario cuando aún no se veían en el horizonte las Torres del Silencio.

Ama su estudio profundamente y no quiere que nada allí se toque. Sabe dónde está guardado cada lente, y cada cámara réflex de las más afamadas marcas, realmente toda una colección extraordinaria que da cuenta de la época de oro de la fotografía.

Como parte de la colección de fotos maravillosas que hacen de “Foto Estudio Pacheco” un auténtico museo, se pueden observar fotos de Armando en su juventud. Un hombre guapísimo, de ojos claros, parecido a Gardel. Pero sin lugar a dudas las imágenes más bellas, más elocuentes, casi poéticas, son las que recogen momentos sencillos de la isla de Margarita y de sus más sencillos habitantes del pueblo. Pescadores, mujeres con sus maras, niños tostados por el sol, peñeros y paisajes de belleza cautivante gracias al enigmático y artístico estilo de la foto en blanco y negro.

A sus 90 años pudimos retratar a Armando Pacheco, pero más que su rostro, retratamos su alma. Es terco, firme, apegado a sus costumbres, de temperamento recio, así como educado, inquieto, con una vocación espontánea por enseñar. Jamás podré olvidar el gesto de prestarme su lente “Ojo de Pez” que milagrosamente calzó perfecto en mi réflex digital, para así dar cuenta del Laberinto Mágico de este fotógrafo fabuloso que nos ha brindado un legado definitivamente de leyenda.














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