500 años del viaje de una perla bautizada como "La Peregrina"

Por Marijó Pérez-Lezama
Escritora invitada de MatasietePuntoCom
@PeriodismodeLeyenda

 Los perfumes pierden enseguida su fragancia,
 las ropas se ajan y pasan de moda,
 sólo las joyas permanecen.
Plinio



De antiguo, el adjetivo significaba raro, extraño, pocas veces visto, por eso se la llamó Peregrina. Una de las joyas más valiosas, extrañas y enigmáticas, de las mejores perlas naturales del planeta, de nuestro mar Caribe, quizá de Margarita. Hoy, la región en la que apareció pertenece al dominio marítimo de Venezuela.

Más que viajera es caprichosa, peculiar, por su gran tamaño, su nacarado y blancura intensos, su brillo y forma de lágrima, tan demandada por su escasez, y sobre la que se engastó la inscripción: “una cúpula, toda de brillantes y calada, en el medio una faja de oro con letras esmaltadas de negro que dicen: Soy la Peregrina”. 

En su Historia General de las Indias anota Francisco López de Gómara que en 1515 la perla fue entregada a los españoles como impuesto de vasallaje frente a Panamá, en un lote del que correspondía un quinto a la Corona.

Cuenta la leyenda que en ese mismo siglo XVI la descubrió en el Caribe panameño un buzo esclavo y con ella logra su libertad. El buceo era una actividad de riesgo para entonces que se llevó la vida de muchos. Los mejores por oficio y complexión física eran los guaiqueríes de Margarita, la verdadera isla de las perlas.

En 1580 aparece en Sevilla, propiedad de Diego de Tebes, alguacil mayor de Panamá, quien la ofrece a Felipe II, el rey monje, constructor de El Escorial. Tasada en aquel momento en 58,5 quilates y prendida de un broche al que se añadió el diamante El Estanque.
“Una perla pinjante en forma de pera de buen color y buen agua, con un pernito de oro por remate, esmaltado de blanco…”, dice el testamento del rey.

Coronas y mitos
Formó parte de las Joyas de la Corona y adornó los cuellos de las reinas de España  y los retratistas así lo evidenciarán en los próximos dos siglos.

Precisamente Felipe II la ofreció a su esposa, María Tudor, reina de Inglaterra,  que la exhibe entre diamantes. Ferviente católica entendió que La Peregrina y otras gemas que disfrutó por ser soberana de España debían quedar como legado. Se conservó durante generaciones de monarcas: bordada en el traje  de amazona de Margarita de Austria, en el sombrero de su esposo Felipe III, sobre el pecho de Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, y de María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV.

Cuentos peregrinos
En 1808, durante la invasión napoleónica, José Bonaparte ocupa el trono de Carlos IV de Borbón, se lleva a Paris las joyas más valiosas como botín de guerra. Entre ellas va La Peregrina. La familia de Napoleón Bonaparte la hereda y cuatro décadas después la vende por motivos económicos a James Hamilton, marqués de Abercorn.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX la sucesión de compradores y propietarios de la perla hacen que se pierda su pista.

En la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg en 1906, ella luce una réplica perforada. El rey le quiso regalar la perla auténtica, pero no  acordó precio con los dueños, los joyeros R.G. Hennell&Sons. En 1914, tampoco pudo pagarla. Según los estudiosos Fernando Rayón y José Luis Sampedro fue vendida en 1917 al multimillonario Judge Geary y después a Henry Huntingdon.

En 1969 la casa de subastas Parke Bernet de Nueva York expone “la perla de mayor significado histórico del mundo”: La Peregrina. La compró Richard Burton por 37.000 dólares. 

Unos dicen que entre los que pujaron por ella estaba Alfonso de Borbón Dampierre, nieto de Victoria Eugenia de Battenberg, con el propósito de regalarla a su abuela, entonces retirada en Suiza. No pudo competir cuando superó los 30.000 dólares. Otros dicen que la propia abuela lo envió a recuperarla pero con el encargo de no pagar más de 20.000 dólares. Es significativo que tuviera tanto interés en la compra, pues según los expertos la Peregrina legítima nunca fue perforada sino incrustada para añadirla a un collar y la de la viuda de Alfonso XIII lo estaba.  

Perla de amor
En 1969 Richard Burton la compró por 37.000 dólares -casi 30.000 €- y la regaló a su esposa, la actriz Elizabeth Taylor en su 37 cumpleaños. Una de sus joyas favoritas, nunca se desprendió de ella en vida.

Ese mismo año la llevó en su película Ana de los mil días, donde interpreta a una hermosa Ana Bolena, que acude ante el rey Enrique VIII. En la escena porta la joya engarzada en un grandioso collar de diamantes y rubíes, estilo renacentista, diseñado por Cartier.

Tras la muerte de la actriz, Christie´s la subastó por 9 millones de euros (11,8 millones de dólares), el precio de salida oscilaba entre 1.5 y 2.3 millones de euros. La Peregrina es una de las joyas más caras vendida por la casa.

La fascinante y enigmática Peregrina de 71 quilates y medio.
Richard Burton se la regaló a su esposa Liz Taylor , a cuya muerte se subastó por 9 millones de euros. 



Margarita de Austria pintada por Velázquez portando La Peregrina.




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