Esther González la mujer que cocina dejando volar su imaginación
Historia y Fotos de Eleonora Mata
@PeriodismodeLeyenda
Es verdad, muchos conocen su restaurante en Pedro González,
una casona colonial llena de colores y de artículos mágicos y hasta fantásticos
que hablan de tradiciones, de cuentos, de costumbres y de leyendas insulares,
que por cierto ha sido declarada Patrimonio Cultural. Aquí vamos a adentrarnos
en la mujer, en su historia personal, en sus amores, y en las raíces de su
abolengo de cocinera espartana.
Esther es simpática, cercana, agitada a ratos pensativa a
otros, siempre auténtica, imaginativa, sencilla y culta, muy ella. En cualquier
caso, no es una mujer “normal”, todo en ella parece vibrar, todo en ella tiene
una búsqueda incesante a través de sus ojos brillantes y traviesos en los que se
esconde todavía la niña de 1 año a la que le hicieron su fiesta de cumpleaños
un martes de carnaval, y donde se la ungió con el carácter y destino que la
marcó para siempre: “Queremos Mejores Cocineros” fue el nombre de esa prístina
celebración.
Natural de Juan Griego, Esther González como muchas otras
señoritas margariteñas pasó por el Colegio Virgen del Valle de las Monjas de La
Consolación, ingresó a los 15 años a la universidad Santa María a estudiar
Derecho, y más tarde estudio Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés
Bello, pero definitivamente sus pasos tenían trazado otro destino.
-Mi familia marcó mi vida –expresa-. En mi hogar crecí
rodeada de música y canto, de poesía y de amor por la cocina. Desde pequeña
jugaba a la cocina, era como una obsesión, recuerdo que la primera receta que
preparé a los 4 años fue crema de auyama con papelón, canela y clavos. Crecí
rodeada de papelón, canela, clavos, y curry. Toda la vida he estado rodeada de
gente que cocina. Siempre he metido mis narices en las cocinas para aprender.
Su narración nos trae a la memoria el personaje “Tita” de la deliciosa
novela de Laura Esquivel “Como Agua Para Chocolate”, sobre todo cuando
conocemos que además de abandonar los estudios para regresar al origen de su
vida que fue y ha sido la cocina, se entregó para siempre a un amor
extraordinario y singular como son todas sus cosas.
Se casó con “David”, un inglés que conoció en Margarita en
los tiempos de Zona Franca, quien para entonces era un ejecutivo de la firma de
cosméticos Mary Quant. David como la cocina y su amada isla, es otro amor
incondicional, a quien se ha mantenido unida en aventuras, búsquedas y en
compartir el deseo de vivir en esta tierra fabulosa llamada Margarita.
Junto a él emprendió el proyecto de una posada “Bed and Breakfast”
en Juan Griego, reconoce que es un negocio sumamente sacrificado y exigente. Y
fue así como luego de transitar por dos intentos universitarios y el manejo de
una posada, regresa al origen de todas las cosas, y decide por fin hacerse cocinera,
y más específicamente, cocinera autodidacta.
Esther es una buscadora incansable de sabores, conoce como
pocos los frutos de la tierra y de los mares margariteños con los que elabora
sus platos, y es una creyente ferviente de que la “alta cocina regional” nace
en los conucos de los abuelos, que al pasar por sus manos, se transforma en
platillos excepcionales donde se fusionan especias lejanas, guisos exóticos y
productos locales con pedigree y otros inventos que le llevan a generar
propuestas como su helado de papelón con limón sobre base de cambur titiaro flambeado
en ponsigué o, sus ajíes margariteños rellenos de morcilla oriental, chorizo,
queso de cabra de la isla, mariscos, cazón, orégano de monte, etcétera, luego
horneados y servidos sobre un coulis de su misma esencia.
-No hay mejor placer que comer –nos dice Esther- y comer con
los 5 sentidos, esto definitivamente cura el alma. Yo hago cocina margariteña, pero
no hago sancocho ni tostones. Yo preparo tequeños de batata en chutney de
papelón y jengibre, calamares rellenos de chorizo y pistacho en salsa de vino y
mostaza dijon, o helado de mango hechos en casa con syrop de pétalos de rosas.
Esta es mi cocina margariteña, mi propia invención.
“En mi casa siempre se comió muy bien”, nos revela. Cuenta
que su papá era quien hacía las compras para alimentar al hogar y para ello le
gustaba ir a Macanao a buscar productos del mar. Con su padre iba también a la
playa a recoger mejillones, langostas o pescados en La Guardia. A su madre, la
maestra Esther Quijada de González, no le gustaba mucho la idea de que se
dedicara a la cocina e intentó muchas veces disuadirla, pero Esther siempre ha
sido terca, e insistía en hurgar en todos los libros, revistas o enciclopedias
que puntualmente llegaban a su casa y en tratar de reproducir los platos que en
ellos veía.
Esther cuyo restaurante está próximo a cumplir 20 años, tiene
dos hijos, Aysha que le acompaña en el restaurante y quien asegura es “sus dos
manos” y Lloyd, quien vive fuera del país haciendo carrera en hotelería.
Otras cosas que sabemos de ella es que se alzó como Master
Chef del Sancocho Margariteño en 2016, elaborando una propuesta de
"cruzao" de pescado fresco con pescado "salao" que rindió
honor a las abuelas margariteñas, porque "es una sopa que forma parte del
recetario tradicional antiguo de la Isla de Margarita. Lleva pescado
"salao" y fresco, bastante ají dulce, bollitos de masa de maíz,
puñitos de arroz, plátano topocho rallado para darle sabor y textura, y toda la
verdura se corta muy pequeña".
-No se vayan. Hay muchas cosas que hacer en el país. Las
dificultades las vamos a superar.- Fue su mensaje para terminar la
conversación.
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