Esther González la mujer que cocina dejando volar su imaginación

Historia y Fotos de Eleonora Mata
@PeriodismodeLeyenda
David y Esther.

Muchos conocen “La Casa de Esther”, muchos conocen su cocina así como la fama y singularidad de su gastronomía, la cual le llevó en el 2017 a convertirse en la primera margariteña en recibir el premio “Armando Scannone” de la Asociación Venezolana de Gastronomía  (AVG), tras ser sometida al riguroso escrutinio de un jurado compuesto por Luis Troconis, Armando Scannone, John Zubillaga, Ligia Velásquez, y Francisco Abenante. Su  “Mix de Ajíes Margariteños rellenos de delicias insospechadas” se alzó con el preciado galardón.


Es verdad, muchos conocen su restaurante en Pedro González, una casona colonial llena de colores y de artículos mágicos y hasta fantásticos que hablan de tradiciones, de cuentos, de costumbres y de leyendas insulares, que por cierto ha sido declarada Patrimonio Cultural. Aquí vamos a adentrarnos en la mujer, en su historia personal, en sus amores, y en las raíces de su abolengo de cocinera espartana.

Esther es simpática, cercana, agitada a ratos pensativa a otros, siempre auténtica, imaginativa, sencilla y culta, muy ella. En cualquier caso, no es una mujer “normal”, todo en ella parece vibrar, todo en ella tiene una búsqueda incesante a través de sus ojos brillantes y traviesos en los que se esconde todavía la niña de 1 año a la que le hicieron su fiesta de cumpleaños un martes de carnaval, y donde se la ungió con el carácter y destino que la marcó para siempre: “Queremos Mejores Cocineros” fue el nombre de esa prístina celebración.

Natural de Juan Griego, Esther González como muchas otras señoritas margariteñas pasó por el Colegio Virgen del Valle de las Monjas de La Consolación, ingresó a los 15 años a la universidad Santa María a estudiar Derecho, y más tarde estudio Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello, pero definitivamente sus pasos tenían trazado otro destino.

-Mi familia marcó mi vida –expresa-. En mi hogar crecí rodeada de música y canto, de poesía y de amor por la cocina. Desde pequeña jugaba a la cocina, era como una obsesión, recuerdo que la primera receta que preparé a los 4 años fue crema de auyama con papelón, canela y clavos. Crecí rodeada de papelón, canela, clavos, y curry. Toda la vida he estado rodeada de gente que cocina. Siempre he metido mis narices en las cocinas para aprender.

Su narración nos trae a la memoria el personaje “Tita” de la deliciosa novela de Laura Esquivel “Como Agua Para Chocolate”, sobre todo cuando conocemos que además de abandonar los estudios para regresar al origen de su vida que fue y ha sido la cocina, se entregó para siempre a un amor extraordinario y singular como son todas sus cosas.

Se casó con “David”, un inglés que conoció en Margarita en los tiempos de Zona Franca, quien para entonces era un ejecutivo de la firma de cosméticos Mary Quant. David como la cocina y su amada isla, es otro amor incondicional, a quien se ha mantenido unida en aventuras, búsquedas y en compartir el deseo de vivir en esta tierra fabulosa llamada Margarita.

Junto a él emprendió el proyecto de una posada “Bed and Breakfast” en Juan Griego, reconoce que es un negocio sumamente sacrificado y exigente. Y fue así como luego de transitar por dos intentos universitarios y el manejo de una posada, regresa al origen de todas las cosas, y decide por fin hacerse cocinera, y más específicamente, cocinera autodidacta.

Esther es una buscadora incansable de sabores, conoce como pocos los frutos de la tierra y de los mares margariteños con los que elabora sus platos, y es una creyente ferviente de que la “alta cocina regional” nace en los conucos de los abuelos, que al pasar por sus manos, se transforma en platillos excepcionales donde se fusionan especias lejanas, guisos exóticos y productos locales con pedigree y otros inventos que le llevan a generar propuestas como su helado de papelón con limón sobre base de cambur titiaro flambeado en ponsigué o, sus ajíes margariteños rellenos de morcilla oriental, chorizo, queso de cabra de la isla, mariscos, cazón, orégano de monte, etcétera, luego horneados y servidos sobre un coulis de su misma esencia.

-No hay mejor placer que comer –nos dice Esther- y comer con los 5 sentidos, esto definitivamente  cura el alma. Yo hago cocina margariteña, pero no hago sancocho ni tostones. Yo preparo tequeños de batata en chutney de papelón y jengibre, calamares rellenos de chorizo y pistacho en salsa de vino y mostaza dijon, o helado de mango hechos en casa con syrop de pétalos de rosas. Esta es mi cocina margariteña, mi propia invención.

“En mi casa siempre se comió muy bien”, nos revela. Cuenta que su papá era quien hacía las compras para alimentar al hogar y para ello le gustaba ir a Macanao a buscar productos del mar. Con su padre iba también a la playa a recoger mejillones, langostas o pescados en La Guardia. A su madre, la maestra Esther Quijada de González, no le gustaba mucho la idea de que se dedicara a la cocina e intentó muchas veces disuadirla, pero Esther siempre ha sido terca, e insistía en hurgar en todos los libros, revistas o enciclopedias que puntualmente llegaban a su casa y en tratar de reproducir los platos que en ellos veía.

Esther cuyo restaurante está próximo a cumplir 20 años, tiene dos hijos, Aysha que le acompaña en el restaurante y quien asegura es “sus dos manos” y Lloyd, quien vive fuera del país haciendo carrera en hotelería.

Otras cosas que sabemos de ella es que se alzó como Master Chef del Sancocho Margariteño en 2016, elaborando una propuesta de "cruzao" de pescado fresco con pescado "salao" que rindió honor a las abuelas margariteñas, porque "es una sopa que forma parte del recetario tradicional antiguo de la Isla de Margarita. Lleva pescado "salao" y fresco, bastante ají dulce, bollitos de masa de maíz, puñitos de arroz, plátano topocho rallado para darle sabor y textura, y toda la verdura se corta muy pequeña".

-No se vayan. Hay muchas cosas que hacer en el país. Las dificultades las vamos a superar.- Fue su mensaje para terminar la conversación.

Tenaz, intuitiva, inteligente, autenticamente ella.
Esther entre Mónica Jiménez y Eleonora Mata.


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