Qué cuentan las lágrimas de Juan Ortiz
Historia y fotos de Eleonora Mata M.
@PeriodismodeLeyenda
Definir a este hombre o decir qué le identifica, es
demasiado complejo. Es un autodidacta que ha estudiado muchas cosas, es un
artista, es un músico, es un compositor, es un poeta, es un escritor, un artesano,
un maestro, un guitarrista, un ajedrecista, un investigador, un hijo, un padre,
un ser humano de una sensibilidad excepcional. En resumen, es un margariteño
construido como él mismo lo admite, a punta de carencias.
Nacido a orillas de Punta de Piedra en la isla de Margarita el
5 de diciembre de 1983, acaba de cumplir apenas 34 años. Nieto de figuras
relevantes de la localidad como fueron la líder y reconocida activista social
Esther Gil, y el cronista de Punta de Piedras Lolo Vásquez, Juan Manuel Ortiz,
como se llama el personaje de esta historia tan especial, admite que se enteró
“que tenía un padre” cuando ya había cumplido los 12 años y que vino a
conocerle cuando tenía 17.
Gloria Ortiz, su madre, es una figura crucial en la vida de
Juan; asegura que de ella le viene “la musa” y de ella igualmente heredó su
vocación por las artes y específicamente por la música y la literatura. En
cuanto a su padre, quien lo negó inicialmente y nunca lo reconoció, dice
haberlo visto alrededor de unas 30 veces en su vida, encuentros todos que
califica de gratificantes y cercanos. Por cierto Juan se parece físicamente
mucho a su padre, Carlos Cedeño Gil, ligado también a reconocidos movimientos y
experiencias culturales de Margarita.
Cuando un hombre llora es como si se
desvistiera por completo y nos mostrará íntegra el alma que le habita. Esa
experiencia se dio en el marco de la conversación que dió origen a este relato, a la cual se entregó desde el
primer instante como un libro que muestra sus páginas abiertas con absoluta
transparencia.
Llora por los recuerdos, por las heridas de niño y de hombre, por las heridas del mundo, por la emoción de acercarse al pasado, por su Punta de
Piedras natal, que le duele y le preocupa ante el abandono en el que se ha sumergido.
Llora porque al llorar evoca su infancia en la playa con juguetes sencillos que
construían sus manos de niño pobre de bienes materiales, pero rico de sol, de
mar, de arena, de peces, de sol, de cangrejos, y millonario de amor de su
madre.
Así como Juan nos regaló sus más puras lágrimas, también nos
regaló su rostro impregnado de pura felicidad. Hay que ver como se le ilumina
la cara intensamente cuando habla de Julia Elena, “su gorda”, su pequeña hija
que le anima y le inspira. No resiste la
tentación de mostrarnos sus fotos en el teléfono, y vemos en ella el rostro de
su padre niño. A ella le dedicó el Vals N” 4 de su Suite Margariteña para
Guitarra, La Suite del Refugio.
A los 11 años ganó un concurso de cuentos con la propuesta
conservacionista de una historia basada en las playas de Punta de Piedra, que
se encontraban sumergidas en la contaminación por efectos de una planta
industrial del sector. A los 17 años tuvo su primera guitarra, y la primera
canción que aprendió a interpretar en ella fue “El Muelle de San Blas”. Llegó a
quinto semestre de Informática y dejó esta carrera que sentía no le definía; se
cambió a Educación “porque pensaba que era algo fácil”, y se graduó en la UDO
como Licenciado en Educación Integral Mención Lengua y Literatura. Entonces fusionó
las artes con la educación y se hizo maestro.
-Realizo esculturas en alambre -nos cuenta-, piezas que voy
tejiendo sin cortar o empatar. Con este material hago piezas de animales,
principalmente escorpiones. Me siento orgulloso porque en los 5 continentes hay
una pieza mía realizada en esta técnica.
Su poesía es libre y surrealista, admira el realismo mágico
de Gabriel García Márquez, también es
narrador urbano, y novelista, columnista, cuentista y compositor, arreglista,
intérprete de guitarra instrumento que toca de forma autodidacta, y
conferencista sobre el origen del idioma español y su diseminación por América
Latina.
Se define como un “Transeúnte”, un ser que camina por la vida
llenándose de ella, respirándola, sintiéndola, y convirtiendo en arte todo lo
que su talento le lleva a crear. Parece una fuente inagotable de expresión, a
lo que se suma la siembra del instrumento que ama a través de clases que dicta a niños de los sectores populares
del estado, para quienes consigue guitarras y cuatros donados, trabajo
voluntario que promueve como Presidente de FUNDAINSULARTE.
UN ETERNO ENAMORADO DE MARGARITA
Su vida está llena de leyendas. Desde haber ensartado 48
cangrejos en un día con los que aprendió a hacer paté, o vender pulseritas a
los 10 años para ayudar a llevar dinero a la casa, vender comida en Porlamar,
ser obrero en el Guamache y una que otra vez, lanzarse a las aguas para pescar las monedas
que tiraban los turistas en su llegada a Punta de Piedras:
- Te voy a contar un “cacho” de la recogida de monedas en el
terminal de Punta de Piedras. En el bolsillo del pantalón o del short, cargábamos
escondido siempre un fuerte. Claro que la mayoría de las veces no lográbamos agarrar
la moneda que se sumergía en el mar velozmente. Eso no importaba, pues luego de
lanzarnos en clavado tras la supuesta conquista de la moneda, salíamos mostrando
la que ya llevábamos con nosotros y los turistas aplaudían maravillados. En la
tarde, cuando ya no había ferry en el muelle, íbamos con un imán de corneta y
lo pasábamos arrastrando por el fondo de arena para recoger entonces las
monedas que si habían lanzado los viajeros.
Tantas frases profundas que Ortiz lanza a lo largo de la
conversación como “dejé mi niñez para hacerme hombre con la escritura”, o “las
casa en que estuve, el pueblo donde vivía”, “uno siempre llega a la universidad
con los sueños de otro para descubrir entonces cuál es el que le pertenece”, nos
van poco a poco desentramando su tan especial personalidad, su espíritu, sus
talentos y su más auténtica pasión, como es la isla de Margarita de quien se
confiesa ser un eterno enamorado.
La vasta inmensidad de su sabiduría, así como las ansias por
saber y ser otras muchas tantas cosas, -dice- nacieron de su puro amor a esta
isla que nos sostiene: “Yo viví con alcatraces, entre redes y peñeros, entre
grandes compañeros” ……………… Juan Ortiz, es ya todo lo que él quiso ser.
Juan Ortiz, un caudal de sensibilidad. |
Su fuente de inspiración. |
Con las mujeres de leyenda Mónica Jiménez y Eleonora Mata. |
También la vida le ha dado sus buenas sonrisas. |
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