LA QUEJA Y OTRAS MANERAS
Por Ana Requena
@PeriodismoDeLeyenda
Aunque es útil para
llamar la atención de los demás sobre nuestra problemática para aumentar las
posibilidades de recibir ayuda en la búsqueda de soluciones, consuelo y/o soporte
emocional, la queja sostenida en el tiempo suele intoxicar las relaciones con
nosotros mismos y con los demás. La historia de este vigilante nocturno de un
hospital caraqueño, al que llamaremos Esteban, nos muestra claramente que
existen formas muy eficientes de afrontar las desgracias y acontecimientos que
escapan de nuestro control, distintos a la desesperación o la queja, que aunque
pueden ser válidas y lógicas respuestas iniciales nos inhabilitan para
proseguir nuestro diario vivir.
Esteban tiene
aproximadamente 35 años y vive en una zona
popular de Caracas desde hace algunos años, cuando tuvo que abandonar su
terruño en Río Chico, debido a que las tierras que había heredado de sus
familiares, con tradición centenaria de siembra de yuca, auyama, plátano y
café, entre otros cultivos, fueron invadidas por rateros, malandros y
ocupadores de oficio. De nada sirvieron las denuncias realizadas, nadie los
escuchó. Intentaron protegerse, pero cuando comprendieron que no querían
convertirse en el espejo de esos seres violentos y despiadados que los
acosaban, la mayoría de las familias de esa zona decidieron tomar otros rumbos.
No huían, salvaban su dignidad y su vida.
En Caracas, Esteban y
su familia no la han tenido fácil. Sin embargo, no se queja, me cuenta que no
es su costumbre “andar llorando por las esquinas”, al contrario sus padres le
enseñaron que a la vida hay que ponerle
el pecho y acomodarse cuando es necesario. Se muestra agradecido y muy
dispuesto a realizar su trabajo. Tiene un hablar pausado, sorprende que no
utilice palabras disonantes ni groseras. Atiende las preguntas de quienes le
requieren con calidez. Intenta calmar a quienes desesperados aspiran saber de
la salud de algún familiar o conocido.
Es muy firme en su decisión de no parecerse a lo que critica o
desaprueba. Confía en que en algún momento podrá regresar a la tierra de sus
amores, pero esto no le quita el sueño, prefiere trabajar para sacar a sus
hijos adelante y contribuir con sus padres y hermanos, su lema es “pa’lante es
pa’llá”.
Cuando nos enfrentamos
a una situación de cambio vital sea cual sea su signo: positivo o negativo,
turbulento, caótico o planificado, nuestro sistema entra en desbalance y
hacemos diversos intentos para sobrellevar la situación que se fundamentan en
los estilos de afrontamiento que hemos aprendido desde pequeños. En el caso de
Esteban, cuenta con una férrea formación en valores que le brindan una gran
fortaleza psicológica, como dignidad, respeto, tolerancia y voluntad de trabajo.
Protegido con éstos principios como escudo y estructura, ha sabido enfrontar
estoicamente la dura realidad, conservando sus aspectos positivos y adoptando
nuevos enfoques ante realidades devastadoras. Su estilo de afrontamiento
positivo, se complementa con la disposición y serenidad con la cual vive día a
día, un paso a la vez, sin magnificar las angustias y con unas expectativas
ajustadas a la realidad actual.
Esteban es un
venezolano de a pie, que nos brinda la oportunidad de reconciliarnos con
nuestro gentilicio y de comprender que, aunque tenemos el derecho de quejarnos
por lo desagradable que sucede en nuestras vidas, hay que dejar espacio para la
acción, la superación y la defensa de quienes somos, siendo baluartes de
nuestros valores de dignidad y respeto como bases sólidas de un estilo de
afrontamiento que nos permita superar la desesperanza.
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