Lotería de Animalitos: el avance de una maquinaria de evasión
Durante
todo el día, Graciela se mantiene conectada al internet de su teléfono buscando
los resultados de los diferentes sorteos de las loterías de animalitos – 8 veces al día, en 5 modalidades
diferentes – y se sienta en la entrada del puesto de venta que está a unos 10
metros de su casa chequeando la frecuencia de cada número, que anota en su libreta
de apuntes.
Los
datos, cálculos y pronósticos no alivian el dolor que siente en su pierna
derecha, inflamada y llena de llagas por la fuerte infección que la atormenta. La lesión le impide caminar con
normalidad y los antibióticos orales que casi nunca encuentra, no la curan,
pero la mujer se niega a hospitalizarse. Con pasmosa terquedad se queda todos
los días, hora tras hora, sentada en la entrada del kiosco, en busca del perro, la paloma, el burro o la gallina que le cambie la existencia.
Dimas,
pescador de oficio, tiene una adicción igual de alienante y enfermiza. El
hombre alterna sus faenas de pesca con su afición por la lotería animal, y
mientras está en altamar se comunica por celular a tierra firme para que le
jueguen el ciempiés por treinta mil
bolívares, suma que triplica en cuanto desembarca y va directamente a su kiosco
preferido, antes de pensar siquiera en llegar a casa.
Nélida,
esposa de Dimas, lo espera y acompaña religiosamente en cada jugada. Ambos,
permanecen horas discutiendo los resultados de los sorteos y planificando con
exactitud matemática las probabilidades de que el caballo repita, corra el chivo
o pique el alacrán y puedan así coronarse
con un trancazo que les proporcione los ansiados diez millones de bolívares que
Dimas necesita para reparar su peñero. Juegan los animalitos sin falta durante
todo el año con la esperanza de que su día de suerte, llegará.
La
calle tiene el aspecto de una feria donde todo gira alrededor de estas
loterías. Se planifica el futuro en base al sueño de que salga el león, el tigre o la iguana. Los
puestos de venta se ven a lo largo y ancho del vecindario, pero es el kiosco de
Chicoché el más popular por su buena
reputación cancelando premios grandes - en efectivo o transferencia bancaria - .
El día anterior pagó seis millones a un
afortunado que jugó la vaca por
doscientos mil bolívares; la venta de animalitos se triplicó ese día al
conocerse la noticia por boca del feliz ganador.
Nadie
se queda sin probar suerte. Con sólo cien bolívares, jugando 8 veces al día, la
gente encuentra una distracción que los aleja del rigor de una vida llena de
hambre y carencias sin fin. La perspectiva de ganar tres mil bolívares por sólo
cien de inversión, impulsa a jugar indiscriminadamente a niños, jóvenes,
ancianos, hombres y mujeres que permanecen durante todo el día cazando
animalitos, poniendo todas sus esperanzas en el gallo, el gato o el zorro, en una lotería que ha resultado
ser el negocio del año para algunos, la adicción de muchos y una forma de
evadir la realidad para todos.
¿Qué está pasando?
Una práctica
que había quedado olvidada no sólo en Margarita sino en el resto del país, ha
emergido nuevamente desbordando cualquier pronóstico. Niños, profesionales,
ancianos, amas de casa, barrenderos, y personas sin oficio conocido, están encontrando
respuesta a la crisis en un auténtico zoológico del azar, del mismo auge
cuando la población era mayoritariamente analfabeta, y que desapareció por
completo el desarrollo y la modernidad del siglo XX, cuando se impuso las loterías basadas en números, terminales
electrónicos, y el necesario control del gobierno.
Sólo
en una tarde conocimos 5 tipos de apuesta: La Granjita, el Loto de Animalitos,
La Ruleta, Jumanji Oficial y la Lotería de las frutas. Pero esto no es todo, además
coexisten en otros puntos juegos como Loto Selva, La Pirámide, Gran Animalito,
y Fauna Activa, entre otros.
Esto
es Margarita en el mes de septiembre de 2017, bajo los efectos de una crisis
como no ha conocido la población venezolana en su época republicana, y que
empuja frenéticamente principalmente a los más pobres, a intentar ganar algún dinero
extra invirtiendo montos bajos que empiezan en apenas 100 bolívares la apuesta, para pagar 3.000.
De
esta manera una sociedad escapa de la realidad que le sobrepasa, intentando por
la vía de la suerte obtener sin mayor esfuerzo una suma de dinero que haga
posible llevar algo de comida a la mesa; además se recrea y olvida las
agobiantes penurias, y practica el placer de estar haciendo algo que percibe como “al margen de
la ley”.
Ahora
el jugador recibe por su apuesta un ticket electrónico en los puntos de venta
que incluso compiten en proximidad; cientos de páginas en internet orientan en
la práctica de “los animalitos”, dan resultados en línea y estimulan las jugadas,
mientras que los quioscos, cyber o tarantines que comercializan la lotería, se
han trasformado en auténticos puntos de gran concentración de personas que se
saludan comparten, ríen y olvidan la política, pero no su frustración.
El
fenómeno que se basa en apostar a través de la elección de figuras de animales
comunes y corrientes, brinda varios elementos que atrapan a los jugadores: es
muy fácil, existe una mayor probabilidad de ganar, la apuesta es barata y el
jugador cobra el mismo día en el punto donde realizó la apuesta.
Dice un jugador con algo de sentido común pero
no con toda la razón: “Eso es una estafa
en línea, la gente juega con la esperanza de ganar algún dinero pero gana el
mafioso que ve en línea el menos jugado”.
Por
los momentos anda a rienda suelta y sin control la estampida de animalitos,
porque alguien está sacando buenos dividendos al respecto, y no nos referimos a
quienes lo hacen con todo derecho desde lo económico, sino a quienes están aprovechando
esto desde el punto de vista social.
Podríamos
terminar diciendo, “amanecerá y…….. jugaremos”.
Relato: Emilia Marcano
Quijada
Análisis: Eleonora Mata
Mirabal
@PeriodismoDeLeyenda
Realidad y tristeza desgraciadamente de la mano. Ojalá se arreglen pronto las desigualdades en Venezuela y esos hermanos vuelvan a preocuparse de cosas insípidas durante su día a día y no por sobrevivir en la cruda realidad política que están viviendo.
ResponderBorrarRealidad y tristeza desgraciadamente de la mano. Ojalá se arreglen pronto las desigualdades en Venezuela y esos hermanos vuelvan a preocuparse de cosas insípidas durante su día a día y no por sobrevivir en la cruda realidad política que están viviendo.
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